Día 12: Le Mont Saint Michel

El día amaneció muy nublado y chispeando, recogimos maletas, y pusimos rumbo al Mont Saint Michel, teníamos algo más de 1 hora de carretera, hicimos varias paradas por el camino, en Avranches, en un osario alemán y en Genêts, desde donde se puede observar Le Mont Saint Michel desde bastante lejos.


Una vez en la carretera el día no prometía mucho, no parecía que fuera a despejar, al contrario, iba empeorando, pero por Avranches paramos en un supermercado a comprar algo para comer y cuando salimos hacía sol y del bueno. Así que tras una breve parada para comer en un merendero, fuimos hacia el Mont Saint Michel, y por fin llegamos a los pies de esta maravilla.


Hay diversos parkings, que funcionan según los horarios de las mareas, pero en junio no sube muchos metros. Precio diario parking 4 €.


Nuestro hotel “La Mere Poulard” estaba nada más entrar, así que dejamos la bolsa y nos fuimos hacía la Abadía, contemplando una de las cosas más bonitas de sus calles, que son los carteles de los comercios y bares.

 

Serían las 4 de la tarde, así que a esas horas aún habían muchos turistas, pero no nos preocupaba porque nosotros tan solo acabábamos de llegar, todavía nos quedaban muchas horas por delante.

Tras subir y subir por las callecitas, llegas a la escalinata de subida a la Abadía.

Su interior no es de gran belleza, es una construcción bastante austera. Desde un patio de la parte trasera que tiene una gran terraza, se divisa, mejor dicho no se divisa, el mar, parece ser que está a unos 15 km. Uno se pregunta ¿pero el agua va a llegar hasta aquí?, es que es algo que parece increíble. Es lo de increíble pero cierto.


La visita de la Abadía quizá a algunos decepcione algo, porque digamos que hay poco que ver, pero ¿cómo vas a ir, y no visitarla?. Precio 8 €.

Tras la visita de la Abadía era el momento de callejear y pasear, además era buena hora, ya que pasadas las 6 de la tarde, los turistas ya se empezaban a marchar y ya iban quedando pocos.


Se acercaban unas nubes que no presagiaban nada bueno, así que volvimos al hotel que lo teníamos bien cerquita a esperar que pasara la tormenta. Como suele ser normal, tras la tempestad vino la calma.


Cuando bajamos a la calle, la marea ya había subido. Ya serían cerca de las 9 de la noche, que era la hora de la marea alta, así que volvimos a callejear para ver el fenómeno de la marea. A esas horas era una gozada, ibas por un montón de sitios sin encontrarte a nadie.


Por fin empezó a bajar el sol, y dijimos “por fin” porque a estas alturas del año aquí en Normandía, había que esperar a pasadas las 11 de la noche para poder ver la noche; hay que tener en cuenta que era la segunda quincena de junio y son los días más largos del año.

Nos dio tiempo de cenar antes poder ver la maravilla con la iluminación nocturna. Sencillamente espectacular.


Recomendamos ir por tarde, a partir de las 6 la gente se empieza a ir, y ya a las 9 o así, parece que estés solo; por el día es bastante agobiante porque sus callecitas son muy estrechas.



Actualmente está en marcha un proyecto, para devolver la zona a su hábitat natural, y que el monte vuelva a ser una isla; consiste en quitar la carretera con los parkings y poner una pasarela, se podrá llegar andando o en un tren lanzadera; los coches quedaran en la península. El proyecto está previsto que finalice en 2015.


Un poco de historia:

Una noche de octubre del 708, el arcángel San Miguel se aparece a Aubert, obispo de Avranches, y le ordena levantar un santuario en el monte Tombe (Tumba), islote de granito en medio de la bahía.

Desde el siglo X, los duques de Normandía construyen una nueva iglesia y en el 966 se establece en Le Mont Saint Michel la orden de los monjes benedictinos. Bajo su impulso, en el siglo XI se edifica la abadía románica, cuya construcción durará sesenta años.

Destruida en parte por un incendio, es reconstruida con la ayuda del rey de Francia Felipe Augusto, en el siglo XIII. Este edificio y los que se suceden hasta finales del siglo XV son el testimonio de un nuevo estilo arquitectónico, más esbelto, que asciende cada vez más hacia el cielo con sus inmensos arbotantes y sus encajes de piedra: ha nacido el estilo gótico.

Le Mont Saint Michel se encuentra entonces en su apogeo y su irradiación espiritual e intelectual es inmensa en toda la cristiandad.

Reyes, príncipes, duques, caballeros, gente de los reinos de Francia y de Europa acuden en peregrinación a Le Mont Saint Michel, «Maravilla de Occidente».

A esta edad de oro le sucederá el declive del monasterio hasta la Revolución Francesa de 1789, que expulsa a los últimos monjes de la abadía.

Habrá que esperar hasta 1969 para que una comunidad benedictina se establezca de nuevo en la abadía, marcando así el renacimiento espiritual de Le Mont Saint Michel.

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